La diócesis de Nuevo Laredo acumula ya 18 meses sin obispo titular, en lo que representa el periodo más largo sin esta figura espiritual desde su fundación. Desde septiembre de 2023, cuando monseñor Enrique Sánchez fue asignado a Mexicali, no se ha designado a su sucesor, lo que ha dejado un vacío que resienten sobre todo quienes trabajan de cerca en la estructura eclesial.
Este panorama no es exclusivo de la frontera. Al menos ocho diócesis en México se encuentran actualmente sin obispo, lo que refleja un problema más profundo: la escasez de vocaciones sacerdotales. La falta de nuevos sacerdotes ha complicado también la selección de candidatos adecuados para ocupar estos cargos.
A pesar de la ausencia de un obispo titular, la vida eclesiástica de Nuevo Laredo sigue activa. El arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, funge como administrador apostólico, manteniendo contacto constante con la comunidad local a través de videollamadas, mensajes y visitas ocasionales.
Aunque las actividades religiosas como retiros, congresos y ceremonias no se han detenido, los líderes locales reconocen que la falta de un obispo impacta especialmente en el ánimo del clero y de los fieles más comprometidos con la vida parroquial.
Desde la diócesis, se ha hecho un llamado a unirse en oración para que pronto llegue un nuevo pastor que continúe guiando a la comunidad. Sin embargo, hasta el momento no se tiene una fecha concreta para el nombramiento oficial.
Esta situación evidencia la urgencia de fomentar nuevas vocaciones y fortalecer la formación de líderes religiosos ante una crisis que afecta directamente el funcionamiento de la Iglesia en múltiples regiones del país.
