Pocas veces un menú logra capturar el alma de una ciudad como lo hizo el de Los Ajos en Nuevo Laredo desde 1988. Más que una carta de platillos, era un homenaje a la cocina norteña y al sabor de hogar. Desde las primeras líneas se dejaba claro: “Casa de la mejor tortilla de harina de la región”. Y no era presunción, era promesa cumplida desde el primer bocado.

Una cocina que empieza en el comal
El corazón del menú giraba en torno a su tortilla de harina “amasada y paloteada” por manos expertas, base de tacos gigantes, burritos y supertortas que no solo alimentaban, sino contaban historias. Los tacos de rib-eye y el burrujo (rib-eye con queso blanco gratinado y cebolla asada) eran monumentos comestibles a la generosidad culinaria.

Desayunos para campeones
El desayuno era una celebración diaria: huevos motuleños, chilaquiles con frijoles refritos y pan tostado, y el “Especial Los Ajos” —rib-eye, huevos al gusto y tortillas— que resumía la esencia norteña en un solo plato. Y no podía faltar el café, servido cargado y con refil cortesía de la casa, hasta las 11:30 a.m.
Pan horneado en casa y dulces nostalgias
Su panadería artesanal era una joya escondida. Bisquets con mantequilla y mermelada, integrales con nuez y pasas, y un pan dulce difícil de replicar. El pie de queso y el flan de vainilla eran postres que daban la estocada final al antojo.
Hamburguesas con sello local
No podían faltar las hamburguesas hechas con carne de engorda procesada por sus propios carniceros, montadas sobre pan horneado ahí mismo con orégano y ajonjolí. La de ternera era una sorpresa grata en un menú dominado por los sabores tradicionales.
Una carta pensada con oficio
Desde un caldo casero del día hasta enchiladas, quesadillas, salmones y tampiqueñas, el menú de Los Ajos no buscaba impresionar con modernidades: ofrecía autenticidad, generosidad y calidad.
Un legado culinario que trasciende el cierre
Los Ajos no era un simple restaurante, era un lugar de identidad. Su menú reflejaba oficio, amor por los ingredientes y profundo respeto por el comensal. Un legado que merece ser recordado más allá del cierre de sus puertas.