
La Carretera México–Nuevo Laredo, hoy conocida como Carretera Federal 85, es uno de los proyectos de infraestructura más importantes del México moderno. Concebida desde la década de 1920 como un corredor estratégico para comunicar al país con Estados Unidos, su trazo permitió integrar regiones serranas, zonas agrícolas y ciudades clave del noreste mexicano.
A pesar de su impacto histórico, el centenario de su planeación pasó prácticamente desapercibido, aun cuando esta vía transformó la movilidad, el comercio y el desarrollo social de decenas de municipios, incluyendo Ciudad Valles, Ciudad Victoria y Nuevo Laredo.

El origen del proyecto: Visión de Estado en los años veinte
El impulso definitivo para construir una carretera continua entre la capital del país y la frontera norte surgió durante el gobierno de Plutarco Elías Calles. Consciente de la necesidad de contar con una vía transitable todo el año, segura y moderna, en septiembre de 1925 se creó la Comisión Nacional de Caminos.
El primer encargo de este nuevo organismo fue diseñar y ejecutar el proyecto de la carretera que enlazaría a México con Laredo, Texas, sin depender del trazo del Ferrocarril Central Mexicano, que dominaba entonces el transporte de larga distancia.

Definición del trazo: De Hidalgo a la Huasteca y el noreste
Los primeros estudios buscaron rutas alternativas que aprovecharan la infraestructura existente. Se decidió partir desde Pachuca, ya conectada con la Ciudad de México, explorando pasos por Mineral del Monte, Atotonilco el Grande y Zacualtipán.
No fue sino hasta 1928 cuando se aprobó de manera definitiva el trazo que hoy se reconoce como histórico:
Zimapán – Tamazunchale – Ciudad Valles – Ciudad Mante – Ciudad Victoria – Monterrey – Nuevo Laredo.
Este recorrido implicó vencer zonas de alta complejidad geográfica, particularmente en la Sierra Madre Oriental, donde se construyeron curvas, taludes y puentes que marcaron una época en la ingeniería carretera nacional.

1936: El cierre de la obra y la unión del país
La construcción de la carretera concluyó formalmente en 1936, cuando los frentes de trabajo se unieron en la localidad de Santa Ana, en el municipio de Chapulhuacán. Para conmemorar el logro, se realizó una caravana simbólica desde la frontera norte hasta la Ciudad de México, demostrando por primera vez la continuidad total del camino.
Con ello, México logró contar con una vía terrestre estratégica que fortaleció el comercio, el turismo y la integración territorial.

Mitos, leyendas y memoria colectiva
Alrededor de la construcción de la carretera México–Nuevo Laredo surgieron numerosas historias y leyendas. Una de las más persistentes afirma que en los pilares de algunos puentes se habrían colocado restos humanos como parte de rituales de “fortalecimiento” estructural, versiones que nunca han sido comprobadas, pero que forman parte del imaginario popular asociado a las grandes obras del país.
Estas narraciones reflejan el impacto social y simbólico que tuvo la carretera en comunidades rurales y serranas, muchas de las cuales quedaron integradas por primera vez al resto del país gracias a esta vía.

Un centenario sin conmemoración oficial
A pesar de que han pasado ya cien años desde la planeación del proyecto, y casi nueve décadas desde su conclusión, no existió una conmemoración nacional relevante que reconociera la trascendencia histórica de la carretera México–Nuevo Laredo.
Hoy, cuando el corredor sigue siendo fundamental para el comercio fronterizo y la movilidad regional, su historia cobra nueva relevancia como patrimonio de infraestructura y como testimonio del México que apostó por la conectividad como motor de desarrollo.

Datos clave de la Carretera México–Nuevo Laredo
- Inicio del proyecto: 1925
- Creación de la Comisión Nacional de Caminos: septiembre de 1925
- Aprobación del trazo definitivo: 1928
- Conclusión de la obra: 1936
- Ruta principal: Pachuca – Zimapán – Ciudad Valles – Ciudad Victoria – Monterrey – Nuevo Laredo
- Nombre actual: Carretera Federal 85






