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Llegó una monjita a confesarse. “Di tus pecados, hija” –le pidió el sacerdote–. Y comenzó la religiosa: “Dos litros de aceite; una lata de puré de tomate; un kilo de huevos; aceitunas; jabón; una bolsa de detergente…”. “Hija –se sorprendió el confesor–. Eso parece una lista de compras”. “¡En la